Justo cuando salía de mi casa para dirigirme a la universidad, pude ver cómo el vecino del cuarto c, más conocido en el bloque como “el borde”, estaba entrando en el ascensor. Cerré la puerta de mi casa y cuando volví a mirar, pude ver como estaba evitando que la puerta del ascensor se cerrase, mientras que me saludaba dándome los buenos días. Entré un poco extrañado de lo ocurrido, ya que no le había visto actuar así con nadie, y cuando llegamos a la planta baja, se despidió, no sin antes sostenerme la puerta del portal para que saliese.
Cuando llegué a clase, todos los sitios de delante estaban ocupados ya que había empezado hacía unos minutos. Antes de que me diese tiempo a mirar en qué sitio del fondo me iba a poner, una chica de la primera fila se levantó y me dijo que me sentase, que a ella no le importaba irse atrás.
Me senté y comencé a pensar en lo que me había ocurrido tanto en ese momento como en el encuentro con mi vecino “el borde”, y me di cuenta que el motivo de esos comportamientos era debido a que llevaba muletas, y a lo mejor la gente al verme pensaría que nadie está exento de sufrir algún tipo de discapacidad ya sea por unos meses como en mi caso, o por toda la vida, y aunque fuese hoy yo, mañana podrían ser sus amigos, hermanos, etc.
David Vivó Jiménez
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