Yo no recuerdo haber conocido a mi abuela. Sé que en la casa del pueblo tenía una estufa de hierro guapísima, que ahora está restaurada en la entrada de nuestra casa. Sé que era una mujer que había padecido mucho, pues viuda y con cuatro niños pequeños demostró lo que es ser la jefa. También sé que era sorda para los realistas o “dura de oreja” para los progres.
Con 10 años sufrí mareos muy extraños, preocupantes y hasta peligrosos para mi integridad física. En el baño de mi casa orinando, en la piscina, dónde me socorrieron, y en aquel partido dónde nos jugamos la clasificación.
Para la excelentísima RAE (Real Academia de la Lengua) soy una persona que tiene impedida o entorpecida alguna de las actividades cotidianas consideradas normales, por alteración de sus funciones intelectuales o físicas; para las empresas a modo de “Teresa de Calcuta” me guardan una plaza para cuando acceda al mercado laboral; y para algunas personas soy difícil, pues “su comunicación no es sencilla”.
Yo también celebro mi cumpleaños. Juego al futbol con mis amigos, y aunque no los oiga bien cuando me piden el balón, ellos lo entienden. Sonrió cuando algo es gracioso. También sé hacer bromas. Mi madre me quiere. Estoy a 60 créditos de acabar tres licenciaturas en la UAB. Soy feliz. Y lo mejor: sin creer en el perdón, absuelvo a necios intelectuales e ignorantes comunes por no tratarme como “persona normal”.
Jesus Manuel Soro
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